DEL SR. D. CARLOS MARIA PERIER
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la filosofia cristiana, la cual, subiendo en la serie de sus
conceptos con marcha segura, halla al Dios Soberano y
su ley inmutable y santa: y luego, el cumplimiento de és-
ta, es gloria de Dios, y deber para el hombre.
El Olimpo y el Ida dan la medida del espiritu pagano,
es decir, de aquel naturalismo á que se intenta retroce-
der: no pasaba más allá de aquellos montes, ni de las nu¬
bes que les coronaban. Alli, la corte de los dioses; alli,
el cielo de la fábula, con las pasiones y vicios humanos,
en apoteosis absurda, pero al par sensual y seductora.
El Sinai y el Gólgota, lugares de revelación y sacrifi¬
cio, la manifestación de un Dios unico, Ser Supremo, au¬
tor de la ley que hemos de obedecer, dan idea de la in-
conmensurable elevación de la religión verdadera. Desde
el sensualismo de la materia nos eleva á toda hora à la
fortaleza del espiritu; del egoismo personal, à la fuente de
caridad inefable.
y he ahi las dos ideas y aspiraciones que luchan en la
humanidad, desde que existe, y se reparten bajo una ù
otra forma el dominio de las almas. Sus secuaces de oganno
vienen à ser, como los de antano, ni más ni menos que
los judios carnales y los judios espirituales, que llenan
toda la humana historia (1).
Siendo siglo critico el presente y de examen y duda, y
rechazando insanamente à las veces la fé y la moral, su¬
cede que, pues la vida se ha de apoyar en algo, viene à
ser positivo en los goces materiales; y mientras no reinen
afirmaciones, sentimientos, moral y fé, no se hallarà el
equilibrio de la vida: que ni hombres ni pueblos encuen¬
(1) «Qui eniin secumdum carnem sunt, quœ carnis sunt sapiunt.
Qui vero secundum spiritum sunt, que sunt spiritus sentiunt.» S. P.
ad Rom. VIII, 5.
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