DEL SR. MARQUES DE MOLINS.
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Deja al individuo su derecho, su libertad; deja à la
propiedad su inviolabilidad; à la familia su santidad,y
guarda para si el respeto; ese afecto nobilisimo del al¬
ma, que ocupa el medio entre el amor y la veneracion;
ese culto que damos á la hermana de la caridad, no por-
que sea jóven ó bella, sino porque es virtuosa; al héroe
no porque venga armado ó sea fuerte, sino porque es va-
liente; al anciano, no porque esté constituido en digni-
dad, sino porque recuerda los anos que pasaron y anun-
cia el sepulcro que nos espera; al magistrado, en fin, sea
Rey ó Cónsul, no porque disponga de la fuerza, sino por-
que está constituido en autoridad. El respeto, unico mie¬
do que inspiran los hombres pacificos y que pueden sen¬
tir los valientes.
La autoridad, senores, medio y vinculo entre Dios, que
es justicia y poder sumo, y el hombre, que es pasion y fla-
queza miserable, ha sido considerada de dos modos dife¬
rentes. En Oriente la creen inenajenable de la divinidad:
por eso fué su sociedad teocrática. De aqui las razas sa¬
cerdotales, los misterios de la India y del Egipto, la es¬
clavitud, la idolatria.
En Occidente la humanizaban demasiado; por eso fué
efimera. No puedo detenerme, pero vosotros lo sabeis; la
màs grande personificacion de la autoridad en Occidente,
fué el Senado de Roma; aquella asamblea de Reyes, aquel
Olimpo humano de donde salian Cónsules y dictadores;
caudillos que volvian á su silla senatoria trayendo una
provincia mas al Pueblo; y un héroe un semidios más al
Senado. Pero ;cuánto duró? ;Qué dejó tras si? Duró la
tercera parte poco más ó ménos que nuestra Monarquia.
Dejó tras si el imperio de los Tiberios y los Caligulas, es
decir, una cosa más abyecta y dura que los Enrique IV
y Cárlos II. Si no fuese más que eso el principio de auto¬
ridad, el socialismo tendria razon en combatirlo. Porque
segun el dicho de un gran pensador, como la sociedad no
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