DISCURSO
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al jóven para ser castigado, à fin de que pueda ser cor-
regido, y rechazando toda tentativa de confundir las cår-
celes y prisiones con los establecimientos de beneficen¬
cia; distincion que importa mucho mantener, pues como
dice perfectamente Mr. Moreau Cristophe, el objeto de las
prisiones es reprimir y castigar, y el de los estableci-
mientos de beneficencia es moralizar y precaver.
Esto es más importante en nuestro pais, en donde, si
algo se ha hecho en las cárceles, ha sido por sociedades de
hombres, y en particular de senioras, que, Ilenas de los
mejores deseos, y creyendo que la falta de sentimientos
religiosos era la unica causa de muchos crimenes, y des¬
conociendo el corazon humano, al que juzgaban por el
suyo, se dejan enganar por esas almas endurecidas, que
por medio de la hipocresia logran libertarse de las pena-
lidades de la prision, cambiando su condicion de crimi-
nales por la más dulce del catecùmeno, y con su fingido
arrepentimiento llegan å interesar tanto å sus protecto-
ras, que las presentan à los ojos del mundo como unas
heroinas y quizas como unas santas.
De no ménos trascendencia es la reforma de los demas
criminales.
Grandes objeciones se han presentado al aislamiento.
si bien en el terreno de la experiencia ha salido triunfan¬
te de los sistemas rivales, hoy, sobre todo, que no es el
primitivo de Auburn ni de Pittsburg, en que se encer-
raba al criminal por espacio de mucho tiempo, cara à cara
con su crimen, y sin la distraccion que le proporciona el
trabajo, moralizåndole y dándole mås tarde una ocupa-
cion ûtil en la sociedad. Muchos gobiernos han creido,
sin embargo, preferible el aislamiento de noche, y el tra-
bajo en comun de dia, pero en silencio, creyéndolo tan
eficaz y ménos peligroso.
El sistema de Auburn ofrece la casi invencible dificul¬
tad de conservar el silencio absoluto, base de la reforma
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rales y Politicas
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