DEL SR. D. MIGUEL SANZ.
titud negra y repugnante. Los principios universalisimos.
es cierto, están grabados en el fondo de nuestro corazon
por la mano del Eterno; pero en cuanto á sus deduccio-
nes, próximas ò remotas, el hombre ha venido siempre
errando, hasta que tomó por guia el Evangelio. Ademas:
la superficialidad de ciertos hombres no ha llegado à com-
prender en sus numerosos detalles las bellezas de la mo¬
ral cristiana; y no es extrano: habituados los hombres
desde la infancia á ver salir y ponerse el astro del dia.
pasan una larga vida y mueren sin haber estudiado una
sola vez el espectáculo de la luz, atravesando, sin adver-
tirlo, este mundo de prodigios: tak es nuestra conducta
respecto de la moral cristiana y sus innumerables perfec-
ciones. Para apreciarla en lo que vale, seria necesario
prescindir de lo que de ella hemos aprendido, y esto es im-
posible: seria necesario resucitar en torno nuestro aque¬
Ila profunda noche en que estaba envuelto el mundo de
los antiguos filósofos ántes de aparecer la luz del Evan¬
gelio, y à esto no alcanzan los recursos de la inteligencia.
Los que ponderan el poder de la filosofia para crear una
civilizacion estable, no advierten la innegable verdad de
un hecho histórico, á saber: que jamas la ciencia fundó
una sociedad ni fué nunca bastante para restablecer el
equilibrio perdido.
Para civilizar al hombre es preciso arraigar en su en-
tendimiento ideas que, reprimiendo los perniciosos ins-
tintos del amor propio, lo hagan á propósito para la vida
social, y en su corazon la conciencia del deber, la espe¬
ranza de una recompensa segura y el temor de penas que
no podrá eludir en la vida ni en la muerte; porque, sa-
bido es que los grandes móviles del corazon son el placer
y el dolor; el hombre originariamente lo hace todo con
relacion à si mismo, y los rasgos más pronunciados de su
interes por el prógimo son, de seguro, la aplicacion del
amor propio, que, bien dirigido, puede ser fecundo en re¬
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Morales y Politicas
Rea
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