DISCURSO
describe, aunque con más extension y formas mås gallar¬
das, un sabio contemporáneo.
Pero se me dirá: «Son tan claras las máximas de la
moral que la filosofia pudo y puede comprenderlas por si
sola». Y cuando esto se dice, no se advierte que esos prin-
cipios morales que tan obvios nos parecen, y que à nues¬
tro modo de ver han nacido con nosotros, no se desarro¬
llaron sino por la influencia del Evangelio. Creemos ad-
quirido por nuestro propio esfuerzo lo que se nos viene
ensennando desde que abrimos los ojos á la luz: la moral
evangélica se halla de tal modo asimilada con nuestra
propia existencia, que hacer abstraccion de aquélla, seria
aniquilarnos: todo cuanto vemos, palpamos y somos des-
de la cuna, es obra exclusivamente suya. Rousseau dice
textualmente: «No sé por qué se quiere atribuir à la filo-
sofia la bella moral de nuestros libros: esta moral sacada
del Evangelio era cristiana ántes de Ilamarse filosófica».
Lettres ecrites de la Montagne.
Pero no se encuentra la moral evangélica tan sólo en
los libros santos: respira en todas nuestras instituciones
sociales, en nuestros Códigos, en nuestras costumbres, en
las ciencias y en las artes, hasta en las fisonomias y en
los caprichos y creaciones del hombre de dieziocho si-
glos à esta parte. Los más violentos enemigos del Cris¬
tianismo estån empapados en ella, sin apercibirse de ver-
dad tan evidente. Podemos decir de la moral cristiana, lo
que decia el Apóstol dirigiéndose al Areópago: In eo vi¬
vimus, movemur et sumus. Pero aqui está precisamente
la causa de nuestra indiferencia, el hábito del beneficio
nos ha hecho desconocer su valor: nos hemos aclimatado
con él, hasta confundirlo con nuestra propia naturaleza.
y en medio del orgullo que esta posesion nos inspira, la
razon fascinada acaba por creer que ella la ha conquista¬
do, ó podria por si sola conquistarla, dando en ello claro
testimonio de una ligereza reprensible ó de una ingra¬
k
Real
Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte