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letaria la conciencia de su gran misión histórica, ha con¬
tribuido más preponderantemente que otra alguna a liber¬
tarla de pasiones inferiores, a desviarla de la práctica de
acciones de violencia estéril, y, en suma, no a eliminar
la pasión, cosa ni posible ni deseable, pero si a elevarla,
a racionalizarla y a dotarla, de ese modo, de una eficacia
que, como mera pasión ciega y primitiva, es incapaz de
alcanzar.
El odio al burgués ha entrado, no puede ni debe ne¬
garse, como un factor importante en las arengas de los
proselitistas del Socialismo. Pero nôtese que es precisa¬
mente el Socialismo marxista el que ha concebido la pro¬
paganda como una obra de razonamiento y de reflexión,
destinada a destruir en las almas los prejuicios que im¬
piden ver claramente la realidad, y con ella las posibili¬
dades de realización de los más grandes ideales de liber¬
tad y de justicia. Nôtese que es precisamente el marxis¬
mo el que ha hecho los mayores esfuerzos por desterrar
de entre los propagandistas el tipo del agitador, que tan¬
ta seducción ejerce sobre las democracias rudimentarias,
va sean proletarias o burguesas, y tan poco efecto produce
sobre las democracias evolucionadas y progresivas. Estas
democracias evolucionadas más bien sienten como una
ofensa que como un halago que, mediante una mocion
de afectos más o menos sutil, más o menos toscamente
lograda, se quiera utilizar la fuerza mecánica que poseen
como mera masa puesta en movimiento no por iniciativa
propia, sino por impulso ajeno.
El desprecio, la aversin que siente el nacionalsocia¬
lismo por el burgués no está fundada, como, si acaso,
podria estarlo en el marxismo, en la consideración de que
la burguesia constituye una clase privilegiada y explota¬
dora, sino, como ya hemos visto, en la idea de que todo
burgués, por el mero hecho de serlo, muestra claramen¬
te los estigmas que le delatan como perteneciente a una
raza humana inferior, si la superioridad o inferioridad
Max-Planck-Institut für
mia de Ciencias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte