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rio mas—con sus "bastidores'—para la representacion de
intrigas y habilidades diplomáticas o para las maniobras de
los fuertes. El hecho mismo de su existencia significa fatal
mente la condenación de los viejos procedimientos maquia¬
velicos para la expansión y la dominacion. He ahi el gran pa¬
pel de las naciones no fuertes y aun de las débiles que no dis
putan predominios ni pretenden influencias, ni andan en
combinaciones como instrumentos de las grandes: afirmar
el sentido ideal de la Sociedad de las Naciones, hablando
al mundo, incluso cuando los fuertes menos puedan espe
rarlo, à nombre de los Principios, invitando asi a éstos, a
los fuertes, a modificar su paso, temerosos de afrontar el
riesgo grave, cada dia más grave, de una reprobacion de la
conciencia internacional, incipiente aun, pero en camino
de definirse cada dia con mâs determinación, precisamente
por obra de la Sociedad de las Naciones.
El alto valor de una llamada oportuna a los " Principios
—a la justicia, al respeto al hombre y a la dignidad huma¬
na—tiene alguna interesante comprobación en la vida mis¬
ma de la Comisión de Mandatos, y precisamente con ocasión
de alguna discreta intervención de Palacios, que además po¬
dia, al hablar en defensa de los pueblos sometidos a tutela
hacerlo apoyândose en la autoridad de la gran tradición es
panola, mejor, en las ensenanzas insuperables de nuestra
monumental legislación de Indias. A los Principios acu¬
dia Palacios al oponer sus reparos a un proyecto, en el que
aun condenandolo, se venia a tolerar en cierto modo el tra¬
bajo obligatorio, sin remuneración, en paises sujetos a Man¬
dato. La Politica de principios tuvo su eco alli en las gentes
progresivas, con el Dr. Nansen.
Y esa posición fuerte de los principios de justicia y de
humanidad es la que seguramente mantendrá el nuevo Aca¬
démico en el seno de la Sociedad de las Naciones.
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Max-Planck-Institut für
. Real Academia de Ciencias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte