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buscaba desahogo a sus quejas y despechos el
propio conde de Aranda, molesto y ofendido
por el predominio de Floridablanca, asentado
firmemente en la primiera secretaria de Estado
durante los ultimos quince anos del reinado de
Carlos III, es decir, el jefe del llamado partido
aragonés frente al golilla triunfante de los Mo¬
ninos y Campomanes? Sus cartas inéditas mués¬
tranlo cumplidamente. Y del importante parti-
do del principe de Asturias, luego Fernando VII,
pesadilla de la reina Maria Luisa y de Godoy, con
tantas y tan grandes simpatias en la nación,
iserà necesario hacer mención cuando tan honda
fué la huella de aquella lamentable división en
la corte espanola al comenzar el siglo XIX?
Mas lo que puede interesarnos, lo que debe
caer bajo nuestro examen en este momento, son
los partidos desenvolviéndose en paises de insti¬
tuciones libres, con representación parlamenta¬
ria, bajo constituciones politicas resultado de la
conciliación de los derechos e intereses de los
pueblos con las antiguas prerrogativas de la Co¬
rona o las funciones ineludibles de los jefes de
Estado. Con razón decia hace medio siglo Blunts¬
chli que los partidos politicos se muestran en
todas partes donde la vida se desenvuelve libre¬
mente; sólo desaparecen en los pueblos perezo-
samente indiferentes a los negocios pûblicos u
Max-Planck-Institut für
as Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte