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da y a veces vendida materialmente a los explotadores» (1).
En consonancia con el pensamiento de Béla Kun, infistra¬
do de las ensenanzas recibidas en Rusia de sus maestros
Lenin y Trotsky, enemigos de la libertad de la prensa, se
socializó la de Hungria. Los Directores y redactores-jefes
tuvieron que abandonar sus puestos, siendo sustituidos por
adictos a las ideas comunistas. Se prohibió todo comentario,
y no se permitió sino publicar los edictos y obra legislativa
del Gobierno. Las columnas de los periódicos aparecian lle¬
nas de «órdenes» que regulaban los actos todos de la vida,
desde la distribución del calzado hasta el repertorio de los
teatros. «El tono de estas órdenes, dice un escritor inglès
que visitó Budapest (2), es contundente, perentorio, ame¬
nazador, y muchas de ellas contienen una amenaza que ha
llegado a ser casi un lugar comûn del estilo comunista:
que la menor resistencia será castigada con la pena de
muerte.»
De lo que no podrán quejarse los partidarios del orden
publico a toda costa es de que en Hungria no fuese eficaz¬
mente asegurado por los comunistas, que tanto se lamentan
de cualquier medida que más o menos directamente les
(1) Los social-demócratas admiten en su seno a cualquier ciuda¬
dano, aunque no produzca nada y viva del trabajo ajeno o de sus rentas,
mientras que el maximalismo o comunismo influido por las doctrinas
sindicalistas sólo cuenta con el productor moral e intelectual (Révész).
Tienen en su programa la nacionalización de la tierra, que debe ser de¬
clarada propiedad del Estado para que disponga de ella. De este modo
se podrian emprender vastas empresas agricolas, mientras que la par¬
celación de la tierra entre los campesinos haria imposible la aplicacion
de las invenciones cientificas Estiman que su deber consiste en tomar
del capitalismo todo lo bueno, pero prescindiendo de los capitalistas
como de parásitos inûtiles y convirtiendo a los obreros en duenos ab¬
solutos de su trabajo. En cambio, los Soviets revolucionarios y comunis¬
tas abogan por la socialización de la tierra, que debe ser declarada pro¬
piedad comûn de los campesinos y administrada segûn los principios
comunistas (Trotsky, El triunfo del bolchevismo). Se observa que apesar
del anatema que Béla Kun lanzó sobre los social-demócratas, gober¬
nando se situó más cerca de éstos que de los socialistas revolucionarios
o comunistas, tan identificados con Lenin y Trotsky.
(2) H. N. Brailsford.
Max-Planck-Institut für
Real Academia de Ciencias Morales y Politic
europäische Rechtsgeschichte