Full text: Silió Cortés, César: Maquiavelo y el maquiavelismo en España

No hay cosa mas facil que enganar a un hombre de bien.» 
De Saavedra Fajardo insisto en que tiene dos caras, como el dios 
Jano; la una acusa estirpe florentina del tiempo de los Médicis, y la 
otra, estirpe castellana del tiempo de los Austrias. Con la primera, 
Saavedra sigue las rutas tortuosas de Maquiavelo, y con la segunda 
acompana, por los caminos rectos del pensar recto a Mariana y a 
Quevedo. 
Voy a dar por terminada la tarea de este trabajo. He expuesto y 
comentado, segun mi leal saber y entender, algunas preceptivas po¬ 
liticas, y la mayor dificultad que hube de vencer fué la de reducir a 
proporciones discretas la amplitud del tema elegido. A bastante mas 
se prestaba y podria completarse analizando, tras las doctrinas de los 
autores comentados, los resultados obtenidos por los Principes que 
caminaron recto o siguieron tortuosas rutas, con la mira de engrande¬ 
cerse y vivir mejor. No permite el marco de un discurso académico 
dilatarle hasta hacer un libro y renuncio a la tentación de agregar 
paginas y paginas a lo escrito, al emprender nuevas exploraciones. 
Diré sólo, como final, que Italia, el pais de Maquiavelo y el que 
mâs practicó el maquiavelismo, llegó a la etapa de su unidad poli¬ 
tica, muy a la zaga de las demás naciones europeas; hasta fecha pro¬ 
xima a nuestros dias, estuvo dividida en Estados rivales, a su vez 
socavados por la discordia, y fué campo predilecto de batalla en que 
se disputaron la hegemonia los más fuertes poderes de la tierra. 
César Borgia, suprema encarnación, máximo artifice del maquia¬ 
velismo, perdió, a la postre, sus dominios; fué conducido preso à Es¬ 
pana, al castillo de Medina del Campo; se fugó, y murió acuchillado 
ante Viana. 
En Milán, Ludovico el Moro, el mayor sennor de los Sforza, ultimo 
Duque con dominio efectivo en el Milanesado, vivió sus dias de esplen¬ 
dor en la inseguridad, y su Estado y su persona se desmoronaron a 
un tiempo; llamó en su auxilio a los franceses, para que le ayudaran 
a acabar con sus rivales, decidido a traicionarles luego, y muriò en 
la prisión en que sus aliados le encerraron. 
En Florencia, Pedro II, hijo y sucesor de Lorenzo el Magnifico, fué 
arrojado de la ciudad, a la que no pudo volver; anduvo por el Reino 
de Nápoles, con el ejército francés de Luis XII; asistió a la batalla y 
rota de Garellano; huyó, como tantos otros vencidos por el Gran 
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Max-Planck-Institut für 
nia de Ciencias Morales y Po 
europäische Rechts 
jeschichte
	        
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