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Carmelo Vinas y Mey
de la naturaleza, que existe sólo en cuanto objeto de la representación
y está ordenada a servir de punto de partida y campo de aplicación de
la actividad moral.
Pero, a su vez, el concepto de la libertad y el reino moral estâ unido
y es inseparable del concepto de comunidad. Y en esta forma la con-
cepción dinámica tiene como soporte a la estática. El orden de la li¬
bertad y la razón no se da sino en la conexión reciproca de los hombres
entre si y con el todo, con la unidad temporal suprasensible que vive
y progresa en el espacio y en el tiempo.
En el organicismo—sobre el cual hemos de volver en paginas pos¬
teriores—y el principio dinámico vital, en la doble noción de relación
y desenvolvimiento, descansa la concepción del mundo histórico y el
mundo ético de Fichte, que dimana de ideas leibnitzianas y kantianas.
No sólo el sistema y la conexión armónica supratemporal de las determi¬
naciones individuales mutuamente complementarias de las leyes, por asi
decirlo ideales a que han de corresponder los cursos vitales de las mô¬
nadas, sino que nosotros mismos, con nuestra existencia real y nuestra
vida, estamos siempre sustentâdos por la vida activa de esa unidad su¬
prasensible y supraindividual. Kant buscaba en el modelo de la cons
trucción newtoniana, simplemente la ley y el orden, nunca confundidos.
Fichte, en cambio, pone el centro de gravedad en el dinamismo y en la
reciprocidad de la atracción. Nosotros todos, por cuanto actuamos unos
sobre otros, e influimos unos sobre otros, por cuanto formamos comuni
dades reales, una historia progresiva y una humanidad en movimiento,
vivimos y tejemos nuestra vida en algo superior y desconocido (13).
Las concepciones de Fichte entraban asi de Ileno en el problema
de libertad-determinismo. Aunque su pensamiento filosófico-historico,
desde sus primeros escritos a los posteriores, fué bastante cambiante
en este punto, se mantuvo en lo que diriamos en un providencialismo
esencial y su expresión en el plan de desenvolvimiento de la totalidad
de la vida humana sobre la tierra en virtud de la predeterminación del
mismo por la presciencia divina, en el marco de la cual la realización
del plan, de su propio destino y desenvolvimiento por parte de la hu¬
manidad lo Ileva a cabo y ha de hacerlo ésta por sus propias fuerzasy
sus propios pies, por si misma.
Meta y utopia.
La marcha de la humanidad estâ impelida por el arribo a una meta,
a ese esperado suceso divino en que piensan o suenan las concepciones
de la época y muy singularmente las de la historia evolutiva y la socio¬
logia dinámica histórica. La meta tiene como preparación y como ruta
y camino las cinco épocas conceptuales de la marcha de la humani¬
dad que nuestro filósofo establece por analogia con las de la vida huma¬
(13) HEIMSOETH, p. 252.
Max-Planck-Institut für
Real Academia de Ciencias Morales y Polticeas
europäische Rechtsgeschichte