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dies que ninguna relaciön tienen con las cosas
espirituales.
En efecto, reglamentando el matrimonio, se
apodera del hombre desde la cuna, lo acompana
l echar los cimientos de su hogar, muchas veces
le asiste al abandonar el mundo, y aun después
de muerto pretende seguir su alma por las miste¬
riosas regiones del infinito.
Pero, felizmente, el mundo marcha y las cosas
han cambiado. Por eso es que en el dia las nacio¬
nes que, tanto en el nuevo como en el viejo mun-
do, marchan á la cabeza de la civilización y del
progreso, adjudican la legislación y reglamenta¬
ción del matrimonio al poder civil.
Aûn en algunas de ellas permanece incompleta
esta hermosa conquista; pero dia llegarå, y bien
pronto por cierto, en que la frase "Matrimonio
civil y divorcio", unidas para siempre por el lazo
de la razón, brille en todos los códigos con fulgor
idéntico al del sol en los cielos, asegurando asi la
estabilidad del Estado y de la familia;—unico y
bello ideal de las modernas sociedades.