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0 de ellos; que por el contrario, su objeto puede
ostenderse á todas las hipótesis en que haya peligros
que correr: la responsabilidad del asegurador la
encontramos repartiendo sus beneficios en todas
partes donde un dano ó pérdida por sucesos inespe¬
rados reclaman su presencia.
No es estrano pues ver esas grandes asociaciones
y companias de seguros contra incendios; contra el
riesgo de las cosechas; otras, que se encargan de
garantir la duracion probable de la vida de uno ó
mas individuos y las mas que toman sobre si los pe¬
ligros de los transportes sean estos maritimos ó ter¬
restres; esparciendo con profusion al mundo entero
los bonéficos resultados de su institucion.
L grandiosidad pues, de su objeto, es mas que
milciente para encarecer sus buenos resultados y
uien considere por un momento, lo provechoso que
AIl institucion, desechando cuantas variadas y mal
lundadas teorias se han ideado por los que han des¬
vonocido el verdadero alcance de su naturaleza, de¬
bord necesariamente concluir ensalzando al primer
liombre que concibió tan feliz idea y cuyo pensa¬
nionto tradujo luego á la práctica instituyendo la
ivoncion que forma hoy el objeto del contrato de
uro.
rn torminar y encarecer una vez mas la verdad
lo onpuesto, consignaré aqui aquellas célebres
brus del orador del consejo de estado de Fran¬
lu sosion de la Cámara Legislativa el 8 de
ubre de 1807 ; ciorto es, que en ellas se refe¬
jeclalmento al soguro maritimo ; mas, siendo
lus principalos formas dol seguro on géneral